Feliz Año 2023

Vientos nuevos que responden a llamados viejos. Un año más, acaba. Tan solo el despertar simboliza la idea de nuevos elementos: poca movilidad en las calles, más familias reunidas en el hogar durante un mayor tiempo, rutinas cotidianas pausadas y modificadas por personas que ven películas desde la comunidad de su cama, personas jugando videojuegos desde diferentes lugares, posturas y gustos, un ambiente climatológico elegantemente frío y mucha variedad más que describirían los mil sabores de estas fechas. Cada elemento, cada disposición se acompaña, además, de una esfera de ritualidades heredadas por nuestras familias y colocadas en el árbol de la cotidianidad; que van desde la comida, hasta las formas de interactuar, de reunirse y de festejar. Las fiestas son, la excusa perfecta de la interacción familiar.

Pero no todo siempre es así. Esa realidad se ha construido a través de diferentes escenarios e ideologías con objetivos variados pero que tienen en su quehacer una construcción principal: la idea de una vida próspera, en paz y armonía. Sin embargo, nuestra sociedad encuentra laceraciones en el tejido comunitario, muchas de ellas arrastradas a través del tiempo, y que siguen generando una molestia fundamental para el ambiente intraindividual pero también interindividual. Casi todas ellas arropadas bajo la situación de violencia social que se vive en el país. Y no es para menos: todos los días se escuchan nuevas noticias de asesinatos, desapariciones, feminicidios, asesinatos de animales, trata de personas, abuso sexual, es decir, todas las anomalías habidas y por haber sistemáticamente reproducidas en todos los contextos. Terminamos por habituarlas de la misma manera que habituamos cada 24 de diciembre comer romeritos o bacalao.

Estas situaciones de violencia social parecería que más allá de sus efectos en las personas como tristeza, desesperación, angustia, trauma psicosocial, ansiedad, favorecería en estas fechas a un momento de respiro y tregua: llegados a la época decembrina nos encontramos con el deslizamiento de estos problemas en la gran mayoría de la sociedad, por los elementos de un bienestar distribuido por las estrategias de mercadotecnia que retuvieron la felicidad, el bienestar como sinónimo de detención ante las situaciones sociales y sus problematizaciones, de tal suerte que termina desarrollándose un pensamiento mágico mediante el cual se detienen los conflictos e impera un ambiente de calidez humana. Ese proceso de ideología en cada una de las instituciones sociales se desarrolla muy a su particularidad, con efectos inmediatos y excelentes.

Es en esta situación donde los grupos vulnerables en nuestro país permanecen ante la expectativa de sus propias luchas, sus complejidades, las dificultades como extorsiones, invisibilización, alejamiento, entre otras que reciben por parte del grueso societal ante la idea de la diferenciación peligrosa que resulta en la interacción con esos grupos. Esos estigmas han generado una complicada y abismal lejanía entre diferentes actores, cuya protección de las festividades es portarse bien, no andar en malos pasos y hacer caso, es decir, la idea de establecidos y marginados de Elías tiene una repercusión al momento de cosificar a los individuos como parte de un ambiente estético idóneo para la pupila y de aquellos que solo tienen la suerte de afectarla y generar una fealdad del paisaje. Y este hecho en los ambientes comunitarios no son la excepción. Hoy, ante las festividades y el nulo proyecto de prevención del Estado, el uso de la pirotecnia cuesta tranquilidad, paz, bienestar, eso que se vende con gran anuencia que es la Navidad. “Pero son solo perros” se mantienen como los elementos de discriminación selectivos sobre quienes son los marginados y por una orden de superioridad propia en relaciones de poder. Pero si no son los perros, ¿hablaríamos de personas con discapacidad? Y de su afectación ante el ruido, el olor de pólvora que genera procesos de ansiedad, miedos extremos y sensaciones de morir, entre muchas otras situaciones. Solo es un pequeño reflejo de un microsistema y su interacción del individuo con ese sistema y otros tantos.

La idea no es que no disfruten de las fechas; cada individuo viene precedido de sus propias construcciones sociales identificadas con la historia y cultura de donde proceden, moldeados a través de tiempo y mantenidos por la ritualidad que caracteriza las interacciones en la familia. Pero también es tener un nuevo propósito, uno que involucre la solidaridad con los grupos vulnerables, sean pueblos originarios, colectivos de familiares de desaparecidos o de casos de feminicidio entre otros tantos que desafortunadamente tienen que atravesar la realidad mexicana. Se trata de un gesto de enorme solidaridad, sin estigmatizar, con la idea de aprender a escuchar, compartir, humanizar lo que comúnmente ninguna institución termina por hacer con ellos: respetar la otredad.

Esa idea de solidaridad sería fabulosa de poder llevar a cabo y el deseo de todos nosotros que así sea. Caminamos bajo el mismo sendero denominado vida, en algún momento nuestras vidas se entrecruzan y ahí, esperamos verles juntos, juntas, alrededor de la apuesta por la vida, por la no discriminación ni marginación por edad, complexión, color de piel, etc. Esos nuestros grandes deseos para todos ustedes. Y si en el camino nos encontramos, que sea con la alegre rebeldía, eso sería lindo. Si la realidad está dada, entonces transformémosla en una coincidencia hermosa con el amor por la vida y el respeto por la otredad, solo así podremos caminar a través del sendero inhóspito en la gran selva de la vida cotidiana.

De parte de todos los que conformamos el Centro Comunitario Martín-Baró les deseamos felices fiestas, solidarias, combativas y reflexivas.

Feliz y resistente año 2023

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