SIMPLEMENTE GRACIAS

La vida es como el Río Modori: vas, te pierdes, regresas…

Proverbio Japonés

Jueves. 4 de la mañana: el misterio de un barbudo con el horario cambiado desde eones. El cuarto: hace calor, tal vez sea el cambio climático, o tal vez los delirios de siempre. La laptop nos dice que es tarde, el café (no le digan) se ha enfriado. El cigarro (fallo en el sistema: “Nos vamos a morir felices”) se ha extinguido. La historia de un hombre pesimista incomprendido por su círculo cercano y por su propio pesimismo, un lugar de aventuras, una idea que vuela y se permea alrededor de las personas. Una historia no contada, un episodio por contar. Abróchense sus cinturones. Chopin nos recuerda que el miedo también es agradable y que en la noche todos los gatos son pardos. El mayor delirio está por comenzar:

Un largo suspiro. Parecido a una idea, un suspiro confirma mis sospechas: me hacía a la mar con una nueva travesía: un proyecto que pudiera darle forma y aterrizar años de práctica, de pasión y convicción. Parecía muy lejano y el olor del tabaco naciente de la pipa, firmaba un sello de preaprobación. Meneaba la cabeza al ritmo de la voz de “La Negra” Sosa y soñaba, me permitía soñar que era posible, lo deseaba, a eso me quería dedicar y deseaba continuar firmando atardecer en un nuevo proyecto. Los pies comenzaban a moverse al compás de la música o tal vez era al unísono de mi corazón que revoloteaba y sobre de sí unas tremendas ansias de cansarse rápido para volver a poner marcha o era Manu Chao y un Bongo Bong muy atrevido. Recordaba lunas de inviernos pasados donde comenzó todo: una tarde de extrañamiento, dudas, incertidumbre y puse la vela hacia el norte. Lo demás, es historia de runas antiguas…

Así comenzó una idea, un sueño que volvería a resurgir a través de los años insistentemente en formas de ideas, de tristezas bohémicas en medio de cantares y de lunas menguantes, a través del mar, de selva, de estrellas y fantasías. Se detuvo nuevamente en los primeros pininos de mi carrera; salió en tema de conversación con Sara, un día cuando comenzamos a pensar a la psicología al revés, sin su derecho, pero afirmando que su locura era inescrutablemente necesaria para avanzar. Recordé a Galeano y su anécdota de la utopía y, sin querer, me sentí en un barco que trataba de alcanzar ese sueño que se encontraba conmigo pero rehuía en todo momento, como si su deseo de pertenecer fuera tan grande que había que ser receloso para quererlo con mayor intensidad. La marea fue orillándonos a través de otras estrellas que seguían compartiendo viajes y memorias.

Aún, hoy, Juan Muñiz Juan Muñoz y Trinidad vuelven de vez en vez, jalándome las ideas, haciéndome reír con sus ocurrencias y dejándome, llorando, durante noches enteras al recordarles. Ellos, como se ha contado en otros espacios siderales, específicamente en los limítrofes del Valhalla, son los verdaderos arquitectos intelectuales de la idea de un Centro, la idea de servir, la idea de avanzar sin tenerse hasta que ardan nuestras estrellas. Esas noches de su recuerdo, configuraron una memoria de gran intensidad. Sus rostros transformaron la rabia e impotencia en deseos de transformación, de apelar por la vida, a pesar de su gran paradoja (se vive no para vivir, sino para aprender de la vida y su mísera construcción histórica a favor de unas clases sociales). Olía el pasado y me susurraba al oído: resiste… Espero un favor de cualquier estrella fugaz pueda volver a juntarnos y, entonces, después de eones, podremos vivir y convivir, bajo la pipa, bajo los chinos de Trinidad y el buen café de Juan Muñiz Juan Muñoz charlando sobre su accidental pero intencionada condición de conocernos y olvidarme de mis sueños de formar parte del ballet de Bolshoi. Sea pues, salud y que la hora postrera nos sonría como hace muchas lunas.

Decíase que se decía que no teníamos un día específico y eso de las especificaciones no se nos dama muy bien. Así que, sin más, un buen día dijimos, “Pues hoy, ¿no?” No tenía nada que ver con el reacomodo de estrellas, mucho menos con alguna festividad importante. Oséase que decidimos que el 18 se veía bonito y, además, coincidía con el 17 que aún es mucho más bonito. Así, un 18 de mayo de… dejemos las cuentas porque las canas se asoman y jamás aceptaremos el voto x voto cana x cana. Ni que fuéramos ideológicamente muertos en vida. Pero sí. Fue un 18 de hace 7 años que nos aventuramos, nuevamente a iniciar un proyecto. Se llamó en primera instancia Centro de Psicología Social Comunitaria (CPSC). Como veíamos que lo nuestro no era la cantada ni las siglas, decidimos dejarlo ahí un rato, hasta que un alma caritativa o, en pena, se acercara y nos diera ideas sobre un nombre que pegara, fuera sensualmente atractivo y conquistara pasiones. Dejemos esta historia del nombre por lo pronto aquí, no sea que la sensualidad arda y queme las miles de horas de Godigo buscando algo que convenciera al Barbudo de que ese nombre no podía ser bailado con la huaracha sabrosona… Así, en el primer año, nos dimos a la tarea de investigar. Pero ¿Qué queríamos investigar? Quería investigar sobre por qué en nuestra comunidad las quesadillas no tenían lo suficiente queso Oaxaca para satisfacer paladares en primera ¿nariz? Después, mejor decidimos que la academia se burlaría de ese tema tan relevante en nuestra cotidianeidad, pero no es un formalismo, mucho menos en su tendencia epistemicida que no le interesa sino la pomposidad de los actos que se coloquen en primera página, junto con la foto de confirmación para decirse que ora sí, se es investigador y se es bien pipiris nais. Más, cuando aterrizamos en el Voyager Psicoloco en la comunidad de la Guadalupana, nos dimos cuenta de que, el abandono, la privatización del agua, la inseguridad, una violencia invisible pero sumamente presente, el narcomenudeo y, porque no debería faltar, un ambiente de individualidad, permeaban nuestra comunidad. Así que decidimos, primero, que el queso Oaxaca podíamos comerlo en lo colectivo mientras desmenuzábamos los menesteres más importantes de nuestra comunidad, tratando de incidir y generar una molestia en la cabeza, específicamente en el radio de la conciencia. Implementamos, para eso un ejército de piojos radioactivos para obligarnos a pensar, pero no sirvió. A la primera nos los rascamos y volvimos a lo mismo. Posteriormente nos pintamos el cabello y colocamos muchos colores, deseando que la excentricidad pudiera ser oída, olida, vista, detectada a miles de kilómetros, pero simplemente, se reían, chocaban los cinco y se iban. Nos quedamos con los cabellos de miles de colores, con 5 pesos donde pensaron que era la limosna y con muchas más dudas que respuestas. Así comenzamos ese primer año, desde la clandestinidad, desde el estropajo de ideas que pocas veces se conectaban (decidimos tomarnos ghinze biloba y ya algunos se creen chinos…), mucho menos, producían ideas reflexivas. Fue un año que nos enseñó que para ir al norte deberíamos de ir al sur. Teníamos un gran problema: no teníamos tres dragones, ninguno de nosotrxs era un Targaryen y, evidentemente el invierno cada época duraba menos. Así que, nos arreglamos los cabellos, nos peinamos y decidimos salir a la luz, para exponernos, para conocernos, para estar ahí, viendo sin ver, dicen que nos dijo alguien hace mucho…

¿Se acuerdan del nombre sensualón de CPSC? Pues en el debate más duro de la historia, muchísimo más que el Trump-Biden (aunque con la coincidencia de que quien balbucea estas letras también se le van las cabras) se decidió que el nombre estaba chafa, que no era un nombre cumbiero y que les importaba un carajo el queso Oaxaca, de todas maneras, pagábamos 5 pesitos y le ponían el extra. Ganaron y el nombre se cambiaría. Aunque también, nos iríamos, por primera vez de ese sitio. Comenzamos nuestra travesía, Estábamos en la adaptación de Los Viajes de Guilliver” y un día alguien gritó “Centro a la vista”. Y nos quedamos. Ahí, por fin conocimos el nuevo nombre Centro Comunitario Martín-Baró, con un logo que se iría construyendo de poco en poco y, si no era cumbiero entonces lo haríamos metalero, muy gótico, que, cuando lo viéramos inspirara temor, porque eso de temerles a los que oprimen está pasando de moda. Colocamos un arcoíris de colores en cada letra, divido por pequeñas estelas de serenidad (y que a la felicidad y al amor ¡los zurzan!) por aquellos que se han ido, los que se nos adelantaron, como Adrián, Julia, Irene, Carlos y tantos más que nunca llegaron a ver un sueño compartido, pero que esperábamos que fuera el viento quien les avisara que había comenzado a tomar forma la idea: un buen día, un colibrí se asomó y como andaba despistado supusimos que ese era Adrián y que, la promesa de saberlo estaba saldada. “¿De qué partido son ustedes?” Recuerdo que nos decían hace tiempo. Mi respuesta era sencilla, enfática y locuaz: Somos del partido cumbiero-salsero-chuntaro style de los de abajo y a la izquierda. Pero como había que bailar a cada rato, daba miedo los aplausos, que nos aventaran a cada rato rosas por lo bien bailado y que nos fueran a demandar por acabarnos las rosas o cualquier otro representante botánico. Así que mejor explicábamos que era el Centro y el por qué habíamos decidido colocarlo. Gateábamos en tanto que seguíamos construyendo puentes: espacios con la comunidad de recreación: tejido, departamento de idiomas, biblioteca comunitaria, cafetería comunitaria, torneo de ajedrez, noches de bohemia, cine-debate, talleres en prevención de la violencia, oratoria, cuidado y concientización sobre perros de la calle, salud comunitaria, radio comunitaria online, acompañamiento tanatológico, psicológico y diálogos a morir. Las ideas aterrizaron y con proyectos por delante, algunos con errores que no permitieron continuar, otros, con mayor fortuna entraron en la memoria histórica de nuestra comunidad. Fueron ellas, quienes dieron los primeros pasos, quienes propusieron que hacer, cómo hacerlo, en qué basarse, así, caminamos lento, pero juntxs, conociendo que ahora, había más piernas y manos en el horizonte. Así estuvimos tres años de idas, venidas, diálogos, discusiones, proyectos, investigando nuestra comunidad, conociéndola en todas sus facetas. De idas y venidas en ese cuento que acaparaban la atención de ojos dispuestos a oír y oídos propensos a observar la realidad que nos tocaba caminar. Conocimos el valor de la amistad, los brazos que cobijan y que uno puede ser como se es ante el arropo de quienes se miran entre todxs en condiciones de equidad, colectividad, amor. El amor. No podemos describir lo que se vivió en estos 7 años en el Martín-Baró sino es por esa sustancia proteica que fue dada, esparcida, colectivizada y defendida por conocidos y desconocidos. Un acto de amor, un acto de solidaridad que habría de repetirse de formas constante a lo largo de cada actividad y de cada corazón que ha aprendido a escuchar. Así, bajo la matutina tarde de un verano, con la cuesta de un par de años sobre los hombros, un día, de esos en que todo parece caerse y, al mismo tiempo, detenerse, un día, la dignidad pudo más que cualquier acto de sometimiento y nos fuimos de nueva cuenta a través del bucle aprendido del vagabundo errante: con las ideas en la mochila, los pies cansados y los sueños como puente de nuestras travesías.

Y aterrizamos en donde por los últimos 2 años nos han cobijado a destra y sinestra o, como quien dice, al espacio mágico, de las sorpresas. Fueron momentos donde la colectividad, aquello que se decía y se proponía practicar tuvo su gran escena que hacía que muchas manos fueran mejor que un par. Decíase en la histpria del Cecomaba, que el balcón fue el cliché sometedor, pujante y pipiris nais para un barbudo pomposo que había retado al cielo y ganado un espacio para asomarse y decirle a Zeus “Valar Morghulis”. Decíase, además, que la pomposidad no solo radicaba en la mirada perdida y lúgubre de quien se siente medio burgués, sino, al mismo tiempo, que también se veía desde las alturas. Y en ese otro bagaje el barbudo comprendió que las alturas dan miedo cuando se observa el tórrido espacio expanderse y descontraerse ante miradas litúrgicas y problemáticas. El balcón de los sonidos donde el caminar de las personas era revelador sobre las aspiraciones, los deseos y frustraciones inconscientemente colectivas en el abismo de su quehacer y su reflexión de la cotidianeidad de la cual uno quiere escapar, pero se vuelve esclavo de la ansiedad. Mostraba, en un esplendor aquel balcón, también pujantemente muestras de indiferencia, abismales entre quienes comparten espacios, pero no se reconocen, veía miradas indistintas, fugaces, que olvidan que son uno solo y no cinco. Que de ellos se desprenden ¿Qué hacer ante la litúrgica sonata de la individualidad? Caminar. Y eso hicimos, nos juntamos, reflexionamos, problematizamos, criticamos y construimos. Un viaje dentro de una nave intergaláctica que abría su espacio para cualquier alma deseosa de caminar, construir, aprender y desaprenderse en el camino. La parada siempre es eterna: algunos se asoman y en el afán de la pose style de la selfie o del arrebato carnal de encontrar muchos likes, se asomaron, pero la nave tiene un desinfectante para quienes buscan la fama y los reflectores. Hubo otras almas, más puras, resistentes, tercas, empáticas que se quedaron. El barbudo siempre ha pensado que están mal de la cabeza, algo les pasó de pequeños: poco comprendidos, no les dieron Danonino, están aburridos, o forma parte de una disonancia cognitiva tremenda si se avientan a pesar de las adversidades. Y así se asomó Jorge, que, quienes lo conocen, lo desconocen por su gran fama de nunca salir, ni mencionarse, pero que se hace presente de vez en vez con su tonalidad irónica, pero que no deja de ver las estrellas cada que construye una forma de bailar con las libélulas y construir una propuesta de acción. Miriam, será, quizás, la psicóloga moralmente terca (a excepción del barbudo quien obtuvo este reconocimiento directamente del psiquiátrico de Tepexpan) que no se dejó intimidar por las vías sociales de peligro, de ir contracorriente, reflexionar sobre las realidades distintas a las acostumbradas y, como ángel que se posa ante la penuria, abría posibilidades a madres y padres; les enseñó y, aún lo hace, que la infancia es prioritaria para la construcción de nuevas realidades. Su trabajo le ha dado al viento las voces de lxs pequeñxs. Quizás Ramírez tenga razón: Infancia es destino. Los que pasaron por su servicio, compañerxs aportaron en su momento grandes momentos, risas, enojos, reflexiones, nuevas formas de comunicación. En la memoria del Cecomaba serán recordados Ingrid, Juan, Jesús, Daniel, Fátima, Magali, Alejandra, Jorge, Dorian. A todos ustedes, por su labor, su entrega, muchas gracias.

¿Y la Radio Bella Ciao? ¿Lleva el nombre porque son bien fanseses de “La casa de papel”? No por supuesto que no (Que no se enoje Netflix y su apropiación cultural y explotación en el mundo del entretenimiento). Quisimos honrar así a la memoria de lxs que ya no están y enfrentaron al fascismo, al nazismo de viva voz: a las compañeras, compañeros, sus vidas, sus historias, el viento los trajo y llamó, tocaba abrirles la puerta. Fue nuestra manera de honrar su memoria. Y, bajo ese mismo precepto, la idea de la construcción de una radio que colocara la voz de la comunidad, de sus actores, en el rescate de la memoria histórica, se volvía imperante. Ahí tuvimos la participación de muchas amistades de nuestra comunidad, entre las que rescatamos a Rosita bajo su opinión y experiencia de la vivencia comunitaria, la idea de una salud alternativa y la necesaria reflexión sobre cada arista de nuestra vida. Rocío le dio vida a la poesía; de su voz las ideas y palabras de quienes ya no están se reflejaban y aterrizaban en diferentes puntos de la vida, de su historia, de sus palabras, sus momentos. De Stanescu, Sabines, Benedetti, Guillén, Park hasta los cuentos otomíes, estuvo ahí presente presenciando cada miércoles una historia distinta, de amor, esperanza, vida, tristeza, transformación. En fin, lo que cada persona es, pero no es consciente: un poeta andante. Y a partir de la eterna cuarentena, los equipos vieron reforzados sus programas por el Tlaka, compañero desde el inicio de la Radio, Ricardo, Chef de profesión, nazi por equivocación (por joder, el tipo es un defensor a ultranza del respeto al derecho ajeno) y analista crítico por convicción. Montserrat Castillo quien con su sapiencia nos llevó de la mano a la crítica reflexiva y transformadora de la educación, cuyo valor radica en ser y hacer elementos de transformación orientados a construir nuevos horizontes hacia una vida de calidad, crítica, más humana, más solidaria y, por tanto, más sensible ante el mundo y así mismos. Sarai Montoya, quien fuera compañera universitaria del barbudo, después, porque tal vez está mal de su cabecita se hizo amiga del barbudo y, ahora, por todo eso, le tocó hacer un programa dedicado a la psicología y apoyar a las personas con situaciones complicadas a través de charlas pequeñas, puntos de referencia y visualizaciones de lo que se tiene y hacia donde se va con una psique que, hoy está en decadencia y es trabajo de los psicólogos honesto y responsables darle un giro solidario, científico y social en su quehacer profesional. A todos ellos, el gran equipo de la Bella Ciao, su colaboración, tiempo, solidaridad, nuestro eterno agradecimiento y amor eterno.

Para Conchita y Abi, esta primera parte ha sido todo un trayecto inalcanzable sin su ardua lucha, organización, ideas, propuestas, pilares cuando todo se venía abajo, cuando las mareas golpeaban duro. Gracias por ser esa alma detrás de bambalinas y un soporte tremendo que nos permitió navegar hacia puerto seguro en toda nuestra travesía. Mucho amor por siempre, mucha salud y seguiremos remando en el mismo barco. Las amo.

Jueves mucho más tarde: Toca escuchar a Celso Piña con su ronda Bogotá. Pero no me apetece, lo he estado escuchando para aprender pasitos cumbieros rompecorazones y rompejuanetes. Así que lo descansamos. En su lugar, Lisa Gerrard y Zbigniew Presisner con el soundtrak de la película “Valley of Shadows”, me hace recordar que la vida es un tren donde no siempre se viaja en primera clase, de hecho, nunca se hace. En realidad, importa muy poco el lugar, de lo que se trata es su aprendizaje, las vueltas que se da en la vida con un acto de reaprender y visualizarse diferente ante cada paso que se da. El Martín-Baró nos dio la oportunidad de creer que es posible, y lo logró: hoy toca despedirnos de forma cierta entre tanta incertidumbre, volver sobre nuestros pasos, con el futuro por delante, arropados de quienes nos aman, están ahí y no nos sueltan pese a los intentos individuales del fastidio social.

Siempre fue una idea. Era un aprendizaje colectivizado desde la infancia, ayudar porque es un valor fundado, luchar contra toda injusticia, porque la vivimos en nuestra esencia, en carne viva. Colocar a Ignacio Martín-Baró ha sido un honor, un tremendo reto, pero al mismo tiempo, una oportunidad de crecer, aprender, liberar de todo proceso de hegemonización desde lo individual como en lo colectivo. Nos permitió conocer las problemáticas de nuestra comunidad, tener un espacio para, desde ahí, replantearnos nuestros siguientes pasos y, consecuentemente una toma de decisiones más concreta. El viaje ha sido una fantástica aventura acobijado por muchas personas de enorme corazón, comprometidas para consigo mismas, para su comunidad y con deseos de construir otros mundos posibles. Gracias por la confianza, por la existencia, por todo lo que representan y nos permiten compartir sus vidas, entre sus historias, momentos que albergan esperanza para un nuevo mañana y oportunidad de transformar nuestra realidad. Gracias a esas amistades que se han mantenido apegadas en todo momento, a toda hora. Muchas gracias enormemente.

Madrugada, lunes: El barco por partir: Un barbudo con insomnio desde eones, busca con la mirada perdida recuerdos, rasca, con la memoria, rostros, pisadas, subidas y bajadas por grandes llanuras, palabras ritmos y gestos de otra época. Se para y prende un cigarro. El humo disipa las dudas, aclara los pulmones y saluda a la vieja de siempre, la del inicio y la del fin último. Otra vez, la historia que se repite. Su aspecto es desaliñado, la mirada se ha perdido en el horizonte, su perfil para nada griego delata que piensa algo detenidamente. En realidad, no sabemos si se trata de comida o de alguna estupidez. Por lo que se dice, podría ser lo último, pero no averiguaremos en este episodio el contenido de la caja de pandora. Simplemente nos atendremos que la imagen nos describe a un vagabundo errante, de pies que se cansan rápido y, ha aprendido a moverse de sitio para desentumir sus piernas. Lo ajeno de irse es que se dejan muchas cosas atrás, algunas sin terminar, otras terminadas, pero es lo mismo de siempre: se deja una parte amorosa de sí mismo que no vuelve a recuperarse: el tiempo se lo traga en su sabiduría. Alista la barba una vez más. Ese vagabundo errante toca nuevamente el símbolo de un colibrí con las iniciales MB de un pin que guarda recelosamente. Murmulla inatendiblemente algunas frases, acaba su cigarro. Sabe que es el momento de cerrar un punto más en su vida, la historia de 7 años que ha trabajado. Se sienta en la silla, sabe que es el momento de partir y perderse una vez más, antes de caminar por el sendero de siempre. Musita algo sobre fotos y recuerdos añejas, parece como si implorara cuidado, sabiduría, comprensión y ruega porque los blancos dejen de pisotear a los morenos (porque los procesos de blanquitud no existen ¿cierto?). Se levanta de la silla, saluda las fotos de antaño prometiendo volver, revisa una vez más su mochila y sale de su habitación, no sin antes pronunciar palabras poco perceptibles. “La vida es como el río Modori: vas, te pierdes, regresas”. ¿Regresará? Zeus ni siquiera tiene una jodida idea si así lo será y eso que es el padre del Olimpo. Sin embargo, hasta el propio Zeus siente una extraña sensación, como si de muchos ojos se tratara y todos a postergados sobre de él. Mirar sin mirarse, extrañar para no olvidar, recordar para permanecer siempre en la memoria, esa mirada, esos miramientos, algo se avecina por debajo del caos y solo toca esperar hacia donde mirarse una vez más antes de que llegue el alba….

La moneda está echada, serán las memorias que sustraen miradas las que habrán de erigirse próximamente. Pero por ahora, deseos de amor, que se encuentren bien y, en otro momento, por siempre, para siempre:

Confiar y Esperar

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