TERCER ANIVERSARIO «Arena y Sombras»

A nuestra comunidad crítica de los propios procesos que se realizan en común. Por su certeza retroalimentaria, sus participaciones críticas, su sentido de trascendencia, su apoyo, su solidaridad en todo momento.
A lxs pacientes por las experiencias que se dan, por la confianza que nos brindan y el permitirnos escribir, vivir, modificar y compartir un capítulo importante de sus vidas,
Amigxs que se reafirman, que siempre han estado ahí en los momentos de compartición. Para ustedes que nos brindan tiempo con sus charlas, su participación, sus consejos, sus palabras, nuestro eterno agradecimiento.
Al personal del Martín Baró; Conchita, Abi, Miriam, Jorge por su interminable apuesta, amor, entrega y tenacidad ante esta travesía exquisita difícil de describir, más aún de navegar, pero con su apoyo total, gracias. Se les quiere como se dice.
No hace mucho, sentados bajo la sombra de tabiques y, contemplando las comunidades que se pintan a lo lejos, pero se olvidan desde cerca, visualizábamos una tarea que se ha desarrollado desde hace un par de años. La tarea de solidaridad en la construcción de sociedades dinámicas que, al redescubrirse, caminen en la construcción e interpretación identitaria de sus comunidades más seguras, dignas, simbólicas. Recordábamos que ningún paso es fácil. En proceso retroalimentario de nuestra historia, nos hemos equivocado de forma sinigual. Las sociedades industriales se comieron el progreso y reinventaron las democracias representativas como el gran chiste de inicios del siglo. Recordar es el único gran valor de justicia humana. No es pretensión, aunque al tiempo, sabemos que, en muchos casos, no cumple criterios concretos o no representa una población importante. Para nosotrxs, es un paso de justicia.
A lo largo del tiempo, los procesos colectivos modifican y se vuelven herramientas esenciales en la comprensión del desarrollo de un porvenir: de suma importancia, con cambios tan marcados e inestables que permiten un análisis más profundo de los quehaceres que dan vida a un proyecto, una idea en muchos casos amorfa y de gateos o pasos dubitativos hacia el futuro. Pensar que el Centro Comunitario Martín-Baró ha terminado de concretarse, de ejercer una base, un cimiento reflexivo hacia la construcción de comunidades inclusivas, cooperativas, sería muy pomposo de nuestra parte y un valor terriblemente falso dadas las condiciones geohistóricas de nuestra comunidad. No lo haremos. A pesar de ello, la oportunidad de encontrar esos fueguitos, como los describiría Galeano, permiten identificar formas diferentes de construir propuestas uy espacios de análisis psicosocial.
Insistimos tanto en el Centro, como en su momento Martín-Baró nos permitió otear nuestros futuros mediante la memoria histórica: no es para menos, el ejercicio del olvido, el sincretismo de las clases políticas y sus programas públicos han desarrollado un oxímoron en las poblaciones indeleble, respondiendo a las precariedades y estímulos condicionados por situaciones del pasado donde lo importante no es avanzar sino mantener. Las comunidades ricas en negocios, pero pobres en recursos, en cultura y en un capital cultural, es el gran juego circense de las clases políticas. El gran reto que se tiene por delante, es la construcción de un presente legitimador, compartido bajo diferentes percepciones de una realidad cambiante e inhóspita a pesar dela cuadricula geográfica tan parecida que pretende separar memorias tan juntas.
También nos ha permitido mirar hacia el horizonte: hacia cientos de laderas hermanadas bajo la forma de solidaridades ante causas legítimamente rebeldes, honestamente presentes y rebeldemente triunfadoras en todo momento. Desde las lágrimas que hemos sentido al perder a compañerxs, maestrxs, como Bertha Cáceres, Javier Valdez, Miroslava Breach, Guadalupe, hasta las resistencias del Standing Rock, la solidaridad con las familias de desaparecidxs a lo largo y ancho del país. Nuestra solidaridad con la búsqueda de miles de familias intentando encontrar a los suyos. Basta con sabernos en una rabia constante que se transforme en solidaridades que rebase fronteras y se aliste para marchar hombro a hombro contra las injusticias que se comenten en un país de olvidos selectivos en cada desarrollo social de las políticas institucionales.
Se trata de expresar una razón que tiende irse al engaño o al encuadre simple, además por los manierismos instrumentales de la posmodernidad: la academia, las universidades figuran como figura de violencia simbólica de su representación hegemónica de estructuras sociales que dan, en el mejor de los términos la muerte de la intelectualidad. En tanto los principios formadores son focalizados en trabajos teóricos, sin bases sociales y críticas, otorgadas por un nivel de competencia universal y las condiciones precarias del profesorado, además de la ideologización del propio personal en turno. Se generan encuadramiento que no son más que síntomas de un enquistamiento donde la realidad se vuelve un encadenamiento a la propia observan simple y rampante que no admite intervenciones de ningún tipo y, cuando se llega a entrar, el papel profesionalizador, el papel del intelectual orgánico de formación es el membrete con el que se identifica ante la sociedad, que se deja de observar como un ente inerte y se representa, bajo cierto positivismo básico, como lucha entre conocimiento e ignorancia, eliminando de forma automática la sorpresa, el autodescubrimiento del profesional y, en hazañas mejor contadas, de una desprofesionalización que permite un acercamiento genuino no por la mano institucional, sino en el deseo empático de una lucha contra estructuras societales donde la exponenciación de la vida es en términos económicos y fuera de su subjetividad. Se rompe una psicosocialidad con el sujeto, volviendo al estado puro de objetos básicos, funcionales y de razones instrumentales paralelas a los preceptos que se espera a nivel micro y macrosocial según las estructuras del poder.
Sin equivocarnos el camino que nos trazamos hace tres años, aún está muy lejos de las experiencias que deseamos compartir colectivamente. Al tiempo, se permite conocer ese otro apoyo que puede sentirse, verse y reconoce manos solidarias y por qué no, manos interesadas en la medición de la formalidad que otorga los actos altruistas confundidos con solidaridades. Justa razón que nos hace quizás cometer muchos más errores de los deseados. Sin necesidad de una pronta recuperación dado que el análisis reflexivo, nos implora conocer mejor nuestras deficiencias para fortalecer los caminos de investigación, participación y acción, generalmente construidos no desde los escritorios, sino desde realidades totalmente opuestas o desconocidas para nosotrxs. Se aprende, como se dice, a caminar nuevamente bajo aires de estremecedor silencio, pero, sobre todo, y, ante todo, de amor.
Hemos desarrollado programas como cine-debate, club de lectura, radio, grupo de apoyo comunitario, área de investigación, área de acompañamiento y un tanto más que, con recovecos avanzan tan lento aprendiendo de sus errores que los vieron nacer. Programas que desarrollamos no para medir cuantitativamente una población que, sabemos, es difícil por las condiciones sociohistóricas que marcan nuestra geografía, sino porque en el desafío de una cultura hegemónica, los riesgos que se corren son una parálisis cognitiva de todas y todos ante una resistencia que no se acostumbra, aunque la historia nos señales que nacimos de ella. Si los números no es lo elemental de los proyectos ¿Qué característica define su creación e impulsos de esos proyectos? Sin titubear decimos que la visibilidad. Las realidades que se han negado por decenas de años. Historias que se cuentan desde los labios de terceros, muchas veces distorsionadas y otra tanto considerablemente, olvidadas… Una identificación que se oculta, bajo la teatralidad de los vencedores la cara oculta de los vencidos junto a su historia y caminar como pueblos. Porque cuando se camina, aunque las huellas las muestren los medios de comunicación los actores sociales desaparecen por periodos considerables, rescatando exclusivamente su esencia en el canje de monedas electorales. Son rostros que no ven, tampoco escuchan y raramente hablan. Son rostros bajo los cuales, las arrugas del pasado borran de manera inescrutable su pasado y su historia. Lenguaje coloquial que se recupera entre charla y charla, pero carece de significado en la parte de tierra que le sirve para vivir: una tierra que olvidó sembrarse en los recuerdos. Cada película, cada fotografía, cada taller habla por los que no están, los que no llegaron al puerto y los que estando a cubierta se vuelve necesario su rol para seguir avanzando.
Tal vez la vida no sea lo que deseamos. Tal vez la vida es injusta, Tal vez no merezcamos las condiciones en que nos encontramos. Tal vez la muerte se asoma sin discreción de forma apresurada por nuestra ventana más de lo que deseamos. Tal vez tenemos un sueño que aún no termina de germinar, pero que se encuentra más vivo que nunca. Tal vez extrañamos a los que no están con nosotrxs y aprender a vivir sin ellos, sin sus enseñanzas, sin su calor, sin sus risas sea un acto dificilísimo pero necesario para reconocerlo en cada acto que hagamos, como muestra de aprendizaje ancestral. Tal vez tengamos miedo ante la sociedad que se mata en vez de protegerse. Tal vez aún no sepamos que el éxito solo será de unos cuantos por las condiciones dictadas por un sector específico y sus privilegios exclusivos. Tal vez entre lágrimas y risas la reflexión, permita visualizar que, en la tormenta, en medio del caos, se hace siempre presente lo mejor de nosotrxs de uno u otro modo. Tal vez un día la vida se nos vaya como si más. Pero cuando volteemos, quizás por eso valga la pena vivir, por ese ridículo instante que llamamos vida, y en su ridiculez, la invitación implícita a un nuevo amanecer; despertar un día y tomar conciencia de lo que la vida nos tiene preparado más allá de las condiciones presentes en nosotros….
Tal vez un día caminemos bajo un sol radiante mientras nuestro andar reflexivo permita observar nuestra realidad y seamos capaces de transformarlo sin mediciones, sin aplausos, sin reconocimientos, sin el individualismo de competencias destructor de sueños. Al final, no podemos negarlo, somos hijos del medio. Aun así, sería un buen propósito seguir caminando y transformándonos en ese andar, en esa reflexión, en esas arenas. Arenas y sombras…
Si el ridículo acto de vivir y sonreír nos lo permite, tal vez, el cuarto año podamos alcanzar y arder juntxs nuestras estrellas…
Gracias por todo su cariño y comprensión.
Gracias por recordar en tiempos de olvidos selectivos.
Gracias por sus palabras, sus abrazos, su apoyo. Créanos; crecemos a su lado.
Gracias por todo.
Ja ´altsili
Daniel Sixtos Cruz